Apresentação: Fragmento de diario de campo que presenta las primeras observaciones de una aprendiz de etnógrafa sobre las interacciones cotidianas de las personas que viven y trabajan en una calle del centro de Porto Alegre
Fundo de origem: BIEV/LAS/NUPECS/PPGAS
Fonte: Alternidades populares en los imaginarios y las identidades culturales urbanas
Autor: Ana Cecilia Silva (CONICET, Argentina)
Local: Porto Alegre
Data: Outubro de 2010
Tags: Rapsodia urbana.
Primeros olhares sobre uma "cuadra" de Porto Alegre
Son las 9 y media de la mañana y salgo a la calle desde el edificio en el que estoy parando, cerca del centro; “perto de todo” me dicen acá. El día está apenas tibio, hará unos 18 grados y un viento intermitente trae y lleva sonidos y olores. [...]
Voy caminando por la calle Cel. Genuíno hacia la avenida Borges de Medeiros, para tomar el colectivo que me llevará al campus de la Universidad. La vereda está ocupada por andamios, bolsas de material y “medias sombras” que cuelgan del frente del edificio. Están haciendo arreglos en la fachada, y los golpes y martillazos de los albañiles trabajando se suman al paisaje sonoro de esa esquina: ruido de motores, vehículos en marcha, alguna bocina, voces que se acercan y se alejan, de vez en cuando un grito de los obreros, también ruidos de obra más lejanos que vienen de algún otro edificio del otro lado de la avenida. La experiencia también es olfativa: bocanadas de un olor acre y complejo, mezcla de orines de antigüedad variable que a su vez le dan cierta viscosidad a las veredas, grasa de motores, combustible y basura alternan con el perfume de árboles y plantas y el olor a comida que emerge de bares y puestos “al paso”.
La plaza de enfrente está parcialmente oculta detrás de un cerco de vehículos. En esta esquina he observado que paran varios fleteros, con sus camionetas, vehículos utilitarios con sus carteles de madera, pintados a mano, ofreciendo servicio de traslados y mudanzas; otros dicen solamente “frete”. Detrás de ellos asoma la vegetación frondosa de la plaza, las hamacas y juegos para niños, de madera, pintados de colores brillantes.
Del otro lado de la plaza se encuentra la parada de taxis, una construcción de madera con techo “a dos aguas” junto a la cual se puede ver la hilera de autos pintados de su característico color naranja. Algunos choferes conversan de pie en la vereda, toman mate, mientras esperan a los pasajeros. A esta hora ya no está la mujer joven que desde algunas noches he notado que duerme regularmente en la plaza, con un perrito negro, en un colchón y cubierta con mantas de los pies a la cabeza. He leído, en un trabajo de la Universidad sobre esta misma esquina, que se referían a esta plaza como territorio “de nadie”. Parece que esta mujer y otros dos hombres que también suelen dormir ahí son esos “nadies” que efectúan a diario, cada noche, el gesto de ocupación y apropiación de ese espacio público que les ha sido sustraído estructuralmente, expulsando a los otros/as (¿los “alguien?) que los esquivan, cruzan de calle, desvían la mirada entre el miedo y la indiferencia. Tensiones invisibilizadas por la luz de la mañana, de la que se han ido la mujer y el perrito negro y su colchón y sus mantas.
Fundo de origem: BIEV/LAS/NUPECS/PPGAS
Fonte: Alternidades populares en los imaginarios y las identidades culturales urbanas
Autor: Ana Cecilia Silva (CONICET, Argentina)
Local: Porto Alegre
Data: Outubro de 2010
Tags: Rapsodia urbana.
Primeros olhares sobre uma "cuadra" de Porto Alegre
Son las 9 y media de la mañana y salgo a la calle desde el edificio en el que estoy parando, cerca del centro; “perto de todo” me dicen acá. El día está apenas tibio, hará unos 18 grados y un viento intermitente trae y lleva sonidos y olores. [...]
Voy caminando por la calle Cel. Genuíno hacia la avenida Borges de Medeiros, para tomar el colectivo que me llevará al campus de la Universidad. La vereda está ocupada por andamios, bolsas de material y “medias sombras” que cuelgan del frente del edificio. Están haciendo arreglos en la fachada, y los golpes y martillazos de los albañiles trabajando se suman al paisaje sonoro de esa esquina: ruido de motores, vehículos en marcha, alguna bocina, voces que se acercan y se alejan, de vez en cuando un grito de los obreros, también ruidos de obra más lejanos que vienen de algún otro edificio del otro lado de la avenida. La experiencia también es olfativa: bocanadas de un olor acre y complejo, mezcla de orines de antigüedad variable que a su vez le dan cierta viscosidad a las veredas, grasa de motores, combustible y basura alternan con el perfume de árboles y plantas y el olor a comida que emerge de bares y puestos “al paso”.
La plaza de enfrente está parcialmente oculta detrás de un cerco de vehículos. En esta esquina he observado que paran varios fleteros, con sus camionetas, vehículos utilitarios con sus carteles de madera, pintados a mano, ofreciendo servicio de traslados y mudanzas; otros dicen solamente “frete”. Detrás de ellos asoma la vegetación frondosa de la plaza, las hamacas y juegos para niños, de madera, pintados de colores brillantes.
Del otro lado de la plaza se encuentra la parada de taxis, una construcción de madera con techo “a dos aguas” junto a la cual se puede ver la hilera de autos pintados de su característico color naranja. Algunos choferes conversan de pie en la vereda, toman mate, mientras esperan a los pasajeros. A esta hora ya no está la mujer joven que desde algunas noches he notado que duerme regularmente en la plaza, con un perrito negro, en un colchón y cubierta con mantas de los pies a la cabeza. He leído, en un trabajo de la Universidad sobre esta misma esquina, que se referían a esta plaza como territorio “de nadie”. Parece que esta mujer y otros dos hombres que también suelen dormir ahí son esos “nadies” que efectúan a diario, cada noche, el gesto de ocupación y apropiación de ese espacio público que les ha sido sustraído estructuralmente, expulsando a los otros/as (¿los “alguien?) que los esquivan, cruzan de calle, desvían la mirada entre el miedo y la indiferencia. Tensiones invisibilizadas por la luz de la mañana, de la que se han ido la mujer y el perrito negro y su colchón y sus mantas.
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